jueves, 13 de agosto de 2009

Memoria contra la depresión

Ya en 2002 algunas voces advertían sobre el peligro que comenzaba a cubrir a los museos en Venezuela. En este artículo, la exdirectora del MBA, María Elena Ramos, dejaba muy clara la situación. Nadie escuchó.

LA "AMENAZA SE ACTUALIZA" EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES

Memoria contra la depresión

"El bosque ha necesitado siglos para crecer, pero se tala y se quema en pocas horas", advierte María Elena Ramos frente a la amenaza que se cierne sobre los museos del país, especialmente el MBA, una institución que, a 85 años de existencia, se encuentra atrapada en un largo proceso de depresión, reforzado dentro del actual contexto político cuyo Gobierno, como una "premisa revolucionaria", pareciera querer desmontar, ahogar o suprimir los museos. La falta de recursos "generada por la propia ineficiencia de las autoridades gubernamentales" cobra como víctimas y pone
en peligro a estas instituciones de la cultura, subraya Ramos.

Frente al agobio por la falta de recursos, generada por la propia ineficiencia de las autoridades gubernamentales, asoma en el medio cultural la tentación de "racionalizar" instituciones, que puede convertirse fatalmente en la salida de ahogarlas o suprimirlas.

Las instituciones de la cultura están en peligro. Potencialmente todas, pero unas más realmente que otras. El Museo de Bellas Artes entre ellas. Su riesgo no es nuevo, la historia es larga y la amenaza se actualiza en momentos de populismo demagógico, cuando se agudiza el rechazo a lo universal y las vergüenzas por lo bello.

El museo, que se muestra. Las "bellas artes" como un estigma

El museo es sitio de lo visible: muestra obras y se muestra a sí mismo. No puede ex-ponerse lo que no existe. Con el ser tan visible del museo parece muy difícil construir dobles discursos. Difícil ocultarse cuando el mandato es mostrarse. Casi imposible engaño o subterfugio, cuando la obra existe para lo visible, la iluminación real depende de tantos luxes y el museo ha alcanzado casi un siglo. Mientras más sólida la trayectoria y el equipo de un museo, más, por naturaleza, se erige ante el ojo público. Y en su solo erigirse, con fortalezas y fragilidades, existe y resiste.

Cuando se estimula la creencia de que las bellas artes son asunto de élites incapacitadas para la transformación social, se condena al pueblo a una forma de esterilidad, y al Museo de Bellas Artes a la minusvaloración, pues lleva el estigma en el nombre.

Patrimonio. Paradigma del acervo

Siendo además el paradigma del dechado y del acervo, el museo es mucho más que lo visible. Lo expuesto es apenas una parte de la materia, el alma y la memoria que guarda. Eso expuesto viene marcado de aquella sabiduría, de aquella riqueza imprescindible. Lo que vemos no sería lo que vemos si aquella reserva -patrimonial y espiritual- no estuviera a buen resguardo en los sitios silenciosos del museo: con el frío aire acondicionado y con la cálida indagación de los estudiosos. El espíritu de la cultura cuida y se goza en esto. Y, desde este concentrado núcleo, el museo multiplica su radio benéfico a la sociedad toda, y "toca" de manera particular a los que se acercan a él. Pero el espíritu conquistador ve al museo como un centro de poder. Y quiere ubicar el propio nombre entre los constructores de la historia, así penetra el acervo, lo desmembra, lo cambia de lugar, le pone otro nombre. Y logra varias ganancias: deprime a la institución cuyo logro, visible, molesta. Y alcanza, como insigne fundador, los predios de la historia.

MBA: algo de historia

El MBA nace en l917 como el museo de la cultura universal y nacional. En 1938 se instala en sede propia, construida por Carlos Raúl Villanueva. Museo de vocación enciclopédica, como otros de América Latina (Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, Museo Assis Chateaubriand de São Paulo, Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile, Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana).

Al inicio de los setenta, con sede ya insuficiente, Villanueva crea la nueva ala. Hacia mediados del siglo XX habían comenzado a surgir en el mundo los museos especializados, el MOMA de Nueva York en l929, el Museo de Arte Moderno de París, en l948. En Venezuela el Museo de Arte Contemporáneo en l974 y la Galería de Arte Nacional en l976.

En otros países, ni directivos de la cultura ni nuevos museos especializados pusieron en tela de juicio la razón de ser de los museos universales que les antecedían, los que más bien siguieron creciendo y ampliándose, en colecciones, dimensión y razón de ser en la cultura de esos pueblos. El Museo del Louvre se transformó en l989 en el museo más grande del mundo. Creció el Metropolitan de Nueva York y se remodeló recientemente el Museo de Bellas Artes de La Habana. Habría sido positivo, en Venezuela, que los modos de nacimiento de un museo de la indudable trascendencia de la GAN no hubieran dejado heridas graves al museo-matriz, el MBA en este caso, logro clave de nuestra cultura que seguía llamado a vincular a las nuevas generaciones de venezolanos con la tradición, la historia, la educación universal. Aquellas heridas se recuerdan -y se documentan en la hemerografía- como una de las más graves crisis del medio cultural venezolano en el siglo XX, caracterizada por: eliminación del patrimonio total de arte nacional del museo; cese del uso de la sede principal; renuncia, en inmerecidas condiciones-límite, del director Miguel Arroyo, quien había entregado solidez profesional, honestidad y talento a levantar, entre grandes dificultades, uno de los museos más respetados de América; entrada a un largo período de depresión, disminución de calidad programática, confusión de objetivos y, particularmente grave, progresivo desdibujamiento del perfil universal del museo.

Curaduría y autonomía

Bellas Artes representa en Venezuela por antonomasia al museo curador y con curadores, consecuencia lógica de sus múltiples colecciones. Una estructura curatorial golpeada en los años setenta y amenazada hoy de nuevo por las mismas causas: los curadores son especialistas que representan autonomía de especialización y libertad de criterio. Los curadores son mal vistos por los comisarios culturales, como son mal vistos -en lo amplio- los intelectuales durante procesos autoritarios. Esto, de tan rutinario en ciertos países, resulta ya un cliché. Sorprende en el nuestro, y en un medio cultural donde ese tipo de clichés no ha sido norma sino excepción, eso sí, reiterada y ahondada con los años: el MBA, museo curador por excelencia, puede contar historia.

Deprimir al otro

Sugiere el maquiavelismo político "deprimir al enemigo", bajar su autoestima, aislarlo, reducirlo. Que llegue a avergonzarse de lo que creyó razones válidas de su lucha, para que empiece a dudar de sí mismo.

En la guerra museológica de los setenta a Miguel Arroyo lo acusaron de "esteticismo rigorista". En la revolución cultural del 2001, se llama "oligarcas" a 18 presidentes de instituciones culturales y "principados" a las instituciones que dirigen. Pero no sólo se intenta deprimir al "otro" que es persona; se deprime a un grupo, una institución, al conjunto de equipos de la cultura. Es el mismo viejo estilo con el que se deprime sociedades enteras. La nuestra es una sociedad deprimida en gran parte porque no logra construir erigiendo. Al contrario, lo que logra construir, sus logros visibles, son amenazados por la sistemática agresión que cada vez deja rodar por el despeñadero la piedra de Sísifo.

La idea de "desmontar". Una premisa revolucionaria

Todos nos alegraríamos si el proceso político actual desmontara la corrupción, la pésima educación, la inseguridad ciudadana, la violencia, la ineficiencia. Pero todo esto sigue fuerte, sólido, cada vez mejor "montado". Vemos, en cambio, que sí se están desmontando lo que ha sido logros de décadas, con un alto costo para el país. Se intenta desmontar, entre otras de valía, la estructura petrolera, la militar, la cultural. Parecería quererse desmontar los museos. El bosque ha necesitado siglos para crecer, pero se tala y se quema en pocas horas.

¿Para qué más tiempo? ¿Para qué más poder?

En el trabajo de los museos la gente del medio cultural muestra su paciencia hacedora y su ser constructivo. Mucho esfuerzo silencioso y poca labia. Especialización. Entrega. Mucho a ser evidenciado, luego, en lo visible. Son muy otros los modos de la demagogia y la politiquería. Cuando priva lo esencial de la cultura, tiene preeminencia el hacer, el saber. Cuando empieza a privar lo político tiene prioridad el poder: o tenerlo, o temerlo.

El talante del poder por el poder desborda cualquier afán de concreción realizadora, simplemente va a lo suyo: quiere más poder. El Presidente de la República quiere llegar al año 2021. El Viceministro de Cultura quiere ser Ministro. Quieren más tiempo, más espacio. Si no han sabido apropiar, con logro, el tiempo que les toca, si no se ocupan eficazmente de lo que les dicta el mandato: hacer -y hacerlo bien-, ¿por qué, y sobre todo para qué, se preocupan por más espacio y por más tiempo?

Un dirigente nunca posee el objeto que dirige. Sólo "posee" el tiempo de su acción, pasajero en sí, durable sólo como memoria y como historia. Así decimos: "esto se construyó en el tiempo del presidente X"; "esto se dejó morir en el tiempo del director Y". En tres años del país, y en apenas dieciocho meses de "revolución cultural" se muestra cómo en poco tiempo puede arder un bosque.

Del coraje y del coraje

"Coraje" tiene acepción doble. La cultura lo necesita como valentía, esfuerzo, valor. Ese coraje permanente de muchos la hizo fuerte por años. Pero otra acepción de coraje implica ira, irritación, furor, eso que hoy abunda. La historia universal sabe que las furias personales de los líderes pueden convertirse en catástrofes nacionales y hasta en guerras mundiales.

A lo largo de los últimos treinta años el MBA ha sido objeto de un foco de coraje belicoso. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho en sus 85 años, con sus inmensas virtudes y sus evidentes necesidades, que, habiendo ganado el apoyo y el respeto del país entero y de la comunidad cultural internacional, haya recibido tan particular encono?

Ideología y persona

Algunos tics tienen origen claramente sectario. El del desprecio a las bellas artes, el del rechazo a la idea de universalidad, el de la estrategia del "desmontaje" pueden leerse en clave ideológica de totalitarismo.

Pero algunas ideologías se apropian más hondamente cuando hay características de la persona que encuentran en ellas resonancias entrañables. Así, aquellos rechazos y afecciones "florecen" en el terreno del resentimiento, hoy abonado.

El hilo conductor

Un hilo recorre casi todos lo fragmentos anteriores, y es la presencia en ellos de un personaje único en nuestra cultura, Manuel Espinoza, actual Viceministro. Los más jóvenes llegaron hace poco y no conocen buena parte de esta historia. Tan sólo ven con estupor lo que sucede. Otros la fueron conociendo pero nuestra idiosincrasia se acoge con frecuencia a la "salud" que ofrece el olvido. Acaso por eso estamos tan condenados a la "enfermedad" de repetir lo que nos hace daño. Pero se comprende una razón positiva también en este "olvido": es preferible y saludable apostar a las facetas constructivas de la persona y, en ese sentido, sería mezquino no reconocer los aportes de una personalidad como la de Espinoza a la cultura en Venezuela. Muchos en nuestra juventud estuvimos vinculados a proyectos movidos por su entusiasmo y por el aspecto más constructivo de su persona, faceta que deja al país, además de la inmensa significación de la Galería de Arte Nacional, el logro, por ejemplo, de un anhelo muy antiguo, la creación del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón.

Muchos, desde hace mucho, creímos en su liderazgo, más luego aprendimos a discernir lo luminoso de lo oscuro, manteniendo específicas zonas de respeto -la elevación del nivel de la educación artística claramente entre ellas-. Muchos hoy se sorprenden de que, con tales virtudes, se pueda producir tanto daño, lo que a otros no nos sorprende, pues lo vemos como el ahondamiento de un carácter complejo como pocos, único en nuestro medio cultural, y la esperable expresión de una trayectoria de vida. Ya Sartre decía: el hombre está por ser lo que es.

Y precisamente por eso este artículo, porque me temo que su personal apoteosis, dados sus vínculos radicales con un gobierno que golpea gravemente a la cultura, puede llevar al desmontaje y la muerte de instituciones culturales que son clave, que debemos defender como parte del alma del país, el MBA -su extraño preferido por décadas- entre los primeros.

Aún parece ser tiempo para que nuestro Viceministro honre -y se honre a sí mismo en ello- al Museo de Bellas Artes de Caracas, una de las instituciones patrimoniales más valoradas y respetables de América.

Es urgente que lleguen los recursos. Pero más urgente que se valore la real significación de los museos para el país y su necesidad de vitalidad y pervivencia.

María Elena Ramos. (Ensayista y crítico de arte, ex directora del MBA)

(EL UNIVERSAL, Vervigracia, Nº 38, Año V, sábado 22 de Junio de 2002)

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